Hidrógeno verde: la carta silenciosa que podría revolucionar la energía en Argentina

Impulsado por el viento y el sol, el hidrógeno verde asoma como una pieza clave para transformar la matriz energética nacional y generar desarrollo en zonas postergadas. El país tiene el potencial, pero aún faltan políticas concretas.

General03/06/2025Aire Argentino MineroAire Argentino Minero
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En pleno proceso global de transición energética y descarbonización, el hidrógeno verde se perfila como uno de los pilares del nuevo paradigma. Y Argentina, con sus vastos recursos eólicos en el sur y solares en el norte, aparece como un jugador potencialmente clave en el tablero energético del futuro. Sin embargo, ese potencial todavía no se traduce en proyectos concretos de escala industrial.

El hidrógeno verde se produce mediante un proceso llamado electrólisis, que separa el hidrógeno del oxígeno presente en el agua. Si esa separación se realiza usando energía proveniente de fuentes renovables —como parques solares o eólicos—, el resultado es un combustible sin emisiones de carbono, altamente versátil y limpio.

¿Por qué es estratégico?
El gran valor del hidrógeno verde radica en su capacidad para almacenar y transportar energía renovable, lo que soluciona el problema de intermitencia que presentan el sol y el viento. Puede utilizarse como materia prima en diversas industrias, como fuente de energía en transporte pesado, o reconvertirse en amoníaco verde para su exportación internacional.

En el mundo, países como Alemania, Japón, Chile y Australia ya lideran esta transformación. Han invertido en infraestructura, en formación de recursos humanos y en marcos regulatorios estables que permiten atraer inversiones. En cambio, en Argentina, pese a contar con una ley que declara al hidrógeno de interés nacional, todavía no existe una estrategia clara ni una política de Estado sostenida.

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La Patagonia cuenta con uno de los mejores vientos del mundo para energía eólica.
El noroeste argentino, con niveles excepcionales de radiación solar, ideal para generación fotovoltaica.
Empresas como Genneia ya avanzan en proyectos renovables, como el Parque Solar Anchoris en Mendoza.
En Santa Cruz, la minera Don Nicolás alcanzó un récord de producción energética en minería aurífera, mostrando la sinergia entre energía limpia y desarrollo productivo.
Pero a pesar de estos avances puntuales, faltan inversiones a gran escala y una infraestructura eléctrica capaz de conectar estas zonas de alta generación con los centros de consumo del país.

Los desafíos: regulación, costos e infraestructura
Entre los principales obstáculos figuran:

La falta de infraestructura energética nacional.
Un marco legal desactualizado y sin reglamentar.
La ausencia de incentivos fiscales y financieros.
Costos de producción aún elevados frente a combustibles fósiles subsidiados.
Y la falta de precios de referencia, que desalienta inversiones privadas.
Una oportunidad para transformar regiones olvidadas
Más allá de la industria, el hidrógeno verde también podría ser una solución energética para zonas rurales o aisladas del país, sin necesidad de tendidos eléctricos costosos. Y permitiría reducir las emisiones de sectores intensivos como el transporte, la minería o la siderurgia.

En un país con desigualdades territoriales profundas, esta nueva energía ofrece una oportunidad inédita de desarrollo federal si se planifica de manera estratégica.

¿Qué falta para despegar?
Una estrategia nacional a largo plazo que priorice sectores y regiones.
Un marco normativo moderno y claro, que garantice seguridad jurídica.
Inversión en infraestructura y tecnología nacional.
Y sobre todo, una voluntad política sostenida para apostar por un modelo de desarrollo sostenible.
Argentina tiene todo para ser líder en hidrógeno verde: recursos naturales, capacidad técnica y necesidad urgente de diversificar su matriz energética. Lo que falta es una visión de futuro, planificación inteligente y trabajo coordinado entre el Estado, el sector privado y la ciencia.

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