“Los argentinos no son buenos en minería”: la polémica frase de chilenos que quieren venir a trabajar

El auge de la minería de cobre en Argentina despierta ambiciones en Chile, que busca expandir su influencia cruzando la cordillera con experiencia, servicios y capital. La tensión entre cooperación regional y desarrollo local crece.

Mundo08/06/2025Aire Argentino MineroAire Argentino Minero
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El notable avance de la minería del cobre en Argentina encendió las alertas —y el interés— en Chile, histórico líder en este sector. Las declaraciones de Joaquín Villarino, presidente del Consejo Minero de Chile, dejaron en claro el enfoque trasandino: “Los argentinos no son buenos en minería”, afirmó con sorna, para luego agregar que los proyectos en el país “van a necesitar que los chilenos crucemos la cordillera y les expliquemos cómo se hace”.

La frase, que generó polémica en el ámbito local, revela una estrategia en marcha: Chile busca desembarcar en Argentina no solo con inversiones, sino también con servicios y expertise técnico, aprovechando el tratado binacional que facilita la cooperación minera entre ambos países.

Interés empresarial y expansión de servicios
Uno de los ejemplos más concretos es el de Schwager, firma chilena con pasado en el carbón que hoy se especializa en servicios para grandes explotaciones. Su CEO, Alex Acosta, aseguró que estudian con atención los proyectos argentinos para ingresar en cuanto se den las condiciones: “Queremos replicar en Argentina nuestro modelo de cooperación con socios locales, como ya hacemos en Perú”.

A esto se suma el movimiento del Grupo Lundin, que opera tanto en Chile como en Argentina y apuesta por sinergias logísticas entre ambos países. Su titular, Jack Lundin, propuso usar el tratado binacional para optimizar recursos entre sus operaciones en Candelaria y Caserones (Chile) y Vicuña (San Juan, Argentina), salvando limitaciones de infraestructura y costos.

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En ese sentido, Marcelo Álvarez, CEO de Barrick, advirtió que el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) no es suficiente si no se resuelven los cuellos logísticos que frenan los proyectos en zonas cordilleranas.

Por su parte, Antofagasta PLC, uno de los mayores productores de cobre del mundo, continúa atenta al desarrollo del proyecto Pachón (San Juan), en manos de Glencore, mientras circulan versiones sobre una posible fusión con Río Tinto.

Este contexto podría augurar una oleada de capital y técnicos chilenos hacia el norte argentino, si la estabilidad macroeconómica y las condiciones regulatorias lo permiten.

Sin embargo, no todo es bienvenida. En provincias como San Juan y Salta, referentes del sector minero reclaman que la llegada de empresas extranjeras debe estar sujeta a leyes de compre local y contratación regional. Aseguran que sin esos resguardos, las firmas chilenas —junto a otras de Mendoza y Canadá— podrían desplazar a las pymes locales y dejar escaso derrame económico en las comunidades.

La visión dominante en estos sectores es que el desarrollo del cobre argentino debe construirse con proveedores y trabajadores locales, no importados. La tensión entre apertura y protección crece a medida que avanza el interés internacional.

En un momento en que la transición energética global eleva el valor estratégico del cobre, la relación Argentina–Chile en materia minera atraviesa un nuevo capítulo. Si bien la cooperación binacional promete eficiencia y expansión, el desafío será lograr que ese desarrollo también respete las prioridades del entramado productivo local.

La frase de Villarino puede haber sido provocadora, pero desnuda una verdad de fondo: el cobre argentino está en la mira internacional, y la pulseada entre experiencia foránea y soberanía productiva apenas comienza.

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